Publicado el 6 de mayo del 2019
El autismo es un trastorno neurológico y del desarrollo que comienza en la niñez y se prolonga por el resto de la vida de una persona. Fundamentalmente, afecta el comportamiento, la interacción con otros, la comunicación y el aprendizaje.
Los especialistas suelen referirse a esta condición como trastorno del espectro autista (TEA) por la amplia diversidad de síntomas que pueden presentarse. Si bien se desconocen sus causas, las investigaciones señalan la importancia de la genética y los factores ambientales, según explican en el portal informativo médico Medline Plus.
Quienes tienen esta condición neurológica pueden sufrir crisis o manifestar conductas desafiantes. Daniel Comin, director y autor del sitio Autismo Diario y padre de un niño con autismo, señala este tipo de comportamientos no son el problema, sino la consecuencia. “La no comprensión de los diferentes contextos socioculturales genera una conducta inadecuada, la carencia de habilidades para gestionar las diferentes situaciones es un detonante a estas situaciones, y está evidentemente conectada a las capacidades de comunicación y comprensión social de la persona”, explica.
No todas las personas con TEA manifiestan este tipo de crisis. Sin embargo, en caso de que lo hagan, es importante saber qué hacer para ayudarlos a recuperar la compostura. El artículo se centra en los niños porque son ellos quienes suelen presentar estos desequilibrios con mayor frecuencia e intensidad. Además, resulta fundamental que aprendan a reconocer y apaciguar tales conductas antes de alcanzar la edad adulta. Recuerda que cada persona es distinta. Lo que es efectivo para una, puede ser perjudicial para otra.
1. Cuando tiene una crisis, un niño con autismo no se muestra preocupado por que las personas a su alrededor reaccionen de alguna manera a su conducta. En cambio, quien hace un berrinche, mira a su alrededor para ver si su comportamiento genera alguna reacción.
2. En el medio de una crisis, un niño autista no se preocupa por su seguridad o la de quienes lo rodean. En un berrinche, un pequeño tiene la precaución de no lastimarse.
3. Un niño que hace un berrinche tratará de sacar algún provecho de la situación en la que se encuentra. En cambio, un niño autista en crisis no estará interesado ni involucrado en la situación.
4. Los caprichos se terminarán súbitamente, una vez que la situación se resuelve. Las crisis se diferencian por aliviarse lentamente.
5. En una crisis, sentirás que nadie controla la situación. Con un berrinche, te parecerá que es el niño quien tiene el control.
6. Las crisis suelen originarse cuando un deseo específico es prohibido. Una vez desencadenadas, deberán seguir su curso, ya que nada logrará satisfacer al niño. En cambio, los berrinches tienen el objetivo de alcanzar una meta específica. Cuando esto sucede, todo vuelve a la normalidad.
Lo mejor que se puede hacer es evitar llegar al extremo. Es posible prevenir este tipo de conductas para que no se repitan. Para que el niño no pierda el control, es importante que sus padres o quienes lo cuidan puedan reconocer el comportamiento y ayudarlos a recuperar la compostura.
1. Observa bien al niño e intenta identificar aquellas señales que indiquen que está por tener una crisis.
2. Las crisis suelen tener un detonante. Para prevenir este tipo de conductas, te ayudará mucho saber qué las desencadena.
3. Escoge tus batallas. Intenta no desencadenar una crisis por algo insignificante.
4. Si el detonante hace que la situación no pueda resolverse de manera racional, intenta distraer al niño o desviar su atención. Esto no siempre funciona, ya que puede hacer que desplacen su obsesión hacia otra cosa.
5. Intenta reducir los estímulos sensoriales, como la televisión, la música o las luces muy intensas.
6. Mientras intentas distraer al niño, háblale suavemente acerca de su comportamiento y hazle saber que debe calmarse. Es muy importante no hablar en exceso ni levantar el tono de la voz, ya que esto puede alterarlo aún más.
7. Retira cualquier objeto que pueda lastimarlo o lastimar a otros. En lo posible, evita tener a mano objetos que pueda arrojar a otros. En cualquier caso, nunca deberías dejarlo solo.
8. Intenta separarlo de otras personas. Si es posible, llévalo a una habitación tranquila hasta que se calme.
9. A algunos niños, los masajes los ayudan a relajarse. Intenta masajear sus sienes, sus hombros o frota su espalda. Ten la precaución de hacer movimientos suaves.
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FUENTE: La Bio Guia
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